lunes, enero 27, 2020

Diagnósticos de vida

Pasó una semana de vacaciones y acompañé estos días de visitas al médico. Sentí que era momento de mirar, cómo está mi cuerpo. No puedo ser tan poco agradecida con él. Él me lleva, me sostiene y me da esa libertad para moverme.
Así que mi cuerpo y yo pasamos por varias revisiones médicas y recién pude comprender que los años no pasan en vano y que cada dolencia tiene su historia.
Historias que hablan lo que me pasó y de todo aquello que aprendí... cada momento tuvo su encanto y su huella.
Principalmente en mi rol de madre pues entre mis achaques y heridas salió una muy profunda... aquella que se instaló desde el último mes de mi embarazo. La inflamación del Túnel del Carpo o conocido como El Túnel Carpiano. Y aunque suene poético el nombre de esta dolencia, realmente crea estragos, y se sufre desde adentro.
Las heridas no son visibles y ante los demás no ha pasado nada hasta que te ven con esos guantes especiales con fierro incluido que son necesarios para dormir cada noche.
Pero la reflexión que me asalta pasado cinco años exactos desde que dí a luz, es que ya no tengo una bebé y mi rol de madre cambió, ya no es la que carga a la criatura sino que ahora, incluso mi cuerpo me avisa que no puedo físicamente cargar peso, y al darme cuenta entré en crisis... si ya no puedo cargar entonces qué puedo hacer? como me voy a relacionar con ella? la voy a perder!!! Estaba frente a una de las más grandes lecciones de mi vida: reinventar mi sentido de ser madre!
Desde que la conocí sólo supe una manera de cómo relacionarme con ella: cuidándola, protegiéndola y estando allí para ella, principalmente cargándola.
Hoy cinco años después mi cuerpo habla y me avisa que ya no puedo proceder de la misma manera. Ella creció y no estuve lista para darme cuenta, entonces me sentí perdida...
Lloré al salir de la consulta médica, pues ella había crecido y quizás ya no me necesitaría, por lo menos ya no de la misma manera.
Lo interesante es que aquella dolencia que vino a mí al ser madre, es la misma que me indica que debo cambiar para pasar a la siguiente etapa: su niñez.
Pensé durante todo el trayecto hacia casa, sin dejar de reconocer la emoción que me acompañaba: la tristeza, que me enseñaba a darme cuenta que algo había perdido, y era mi pequeña en su etapa de bebé.
Llegué a casa y sólo me quedé en silencio dentro del auto. Tratando de ordenar todo lo que llevaba dentro. De pronto vino a mi, algo que no había visto: soy madre de una niña y debo acompañarla a crecer, y ya no sería cargándola... entonces? Qué toca ahora? 
La respuesta era sencilla: APRENDER de nuevo!! Pero ahora enfocada en sus nuevas necesidades.
Así que las lágrimas se fueron y llegó una sonrisa con la esperanza de encontrar una nueva manera y pensé quizás que ya no debería cargarla, pero puedo educarla y enseñarle como en la vida llega y tomamos decisiones... 

Hoy me doy cuenta que me toca seguir una nueva etapa, pero esta vez desde otro ángulo y continuar de su mano acompañándola en sus aciertos y desaciertos, en sus altas y bajas, porque ella es un ser humano completo; y yo me siento agradecida porque ella me eligió como su madre.

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