sábado, diciembre 03, 2016

Mirada especial

Hubo una vez un niño que como cualquier otro vivía en casa de sus padres, dedicado a estudiar en el colegio y jugar con sus amigos. Los días transcurrían siempre igual, y el se preguntaba: será esto la felicidad? Hasta que un día conoció en las escaleras del colegio a una niña, ella lo saludo y siguió con sus obligaciones escolares. 
Los días continuaron con las mismas actividades y la incertidumbre del niño crecía: lo que vivo día a día me hace feliz? Definitivamente sentía un vacío que fue creciendo y que lo hicieron un niño muy reflexivo y sensible.
A la mañana siguiente en el comedor del colegio volvió a encontrar a esa niña que saludó y esta vez la tuvo en frente mientras comía. Él la miró diferente como antes no había visto a su mamá o a su papá. Ella era especial, y lo sintió al verla comer su hamburguesa. Ese momento terminó con la hora del almuerzo y él quedó pensativo. Recordando lo que sintió cuando la miraba masticar... fue algo diferente y nuevo.
Pasaron los días y se volvieron a encontrar. Esta vez ella lo miró a él y cuando lo saludó con una sonrisa, él quedó boquiabierto volviendo a sentir "eso" que no pudo describir. 
Para fortuna de estos nuevos amigos hubieron otras coincidencias que los empezaron a unir. Ya no eran almuerzos sino reuniones de grupo de estudio, y paseos de salón que les dieron la oportunidad de darse cuenta que tenían mucho más en común (lo que hoy se conoce como "química") y las cosas entre ellos fluyeron en ese sentido.
Pasaron algunas semanas y ambos estaban cada vez más sintonizados. Aquí regresó la reflexión del niño sobre la felicidad... y finalmente entendió que se compone de esos momentos específicos (tan personales) como cuando uno siente plenitud y paz. Ese sentir se resumía en lo que ambos habían desarrollado juntos: "miradas especiales". 
El poder de esas miradas hacían que el tiempo se congelara, que la tarea no importe, que los permisos de los padres venzan y que todo el ambiente a su alrededor se volviese insignificante quedando solo sus miradas.
El efecto que sentía el niño era como verse derretido y dejándose llevar (casi sin voluntad) por esa felicidad momentánea.
Ella por su lado, también fue llenándose de esos momentos que la ayudaron a conectarse con su felicidad personal. Generando cambios positivos en ambos, desde sus estados de ánimo hasta sus desempeño escolar. 
Pero como todo en está vida se compone en decisiones y retos (más la influencia de terceros, en este caso los padres) estos niños perdieron contacto al terminar el colegio, pues debían ocupar sus mentes en lo crucial de sus vidas: el futuro y sus obligaciones como adultos.
A pesar de los años, hoy ellos aún se recuerdan y guardan en una cajita de felicidad aquellas miradas que tanto los unieron. Esperando que alguna coincidencia rompa su distanciamiento y los vuelvan a unir pues a lo largo de todo este tiempo nunca pudieron encontrar otra "mirada especial" con alguien más.